Una de las cosas que más me gusta de las grandes ciudades es perderme por ellas.
Perderte y de repente encontrar sitios tan maravillosos y fantásticos que decides sentarte en la orilla del Támesis a pensar, observar y escuchar. Son sitios espectaculares que hay que disfrutar y analizar. Lugares fantásticos que por casualidades del destino paramos ante ellos.
Hay gente que pasa ante ellos, hace la foto y se va. No los saborea, no los disfruta y por supuesto no siente la energía que estos rincones transmiten.
En Londres, llevo poco, pero ya he encontrado un banco mágico donde sentarme solo, a pensar y escribir. Es un banco a la orilla del Támesis, a la vera de un hermoso árbol con vestimenta otoñal, que me regala una hermosa imagen del parlamento.
Este banco tan insignificante para la mayoría de gente creo que se va a convertir en mi rincón de reflexión personal…
Os dejo las instantáneas de las vistas que me deleitaron.
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